Te voy a decir la verdad, yo sólo pesco constipados, mi única relación con el arte de la pesca es que me mola comer pescado. Nunca había ido a pescar, ni en España, y mira que soy de zona de mar, pero no me veía ni me veo esperando a que piquen; mi paciencia hay veces que es crítica. No obstante, ya sabes, cuando sales de viaje haces cosas que ni uno mismo se cree, estás más abierto a nuevos retos.
A las 8 de la mañana vinieron a buscarme al hotel. El día estaba con lluvia y pintaba mal la cosa, pero para ya que fuimos, cojimos las motos de nieve. Después de una hora llegamos a un gran lago, bueno, eso más bien es lo que decían porque no se vía nada, todo blanco.
Aquí empezaron las explicaciones de cómo se pesca en el hielo. Para mi era algo nuevo, lo único que se de cañas es beberlas. El colega saco una bolsita muy chula con todos los aparejos (se dice así ¿no?) y unas cañas que parecían de juguete, pero no, eran profesionales. Sin embargo, con lo que más flipé fue con el tornillo gigante que traían para hacer el boquete en el hielo, era grande, medía como un metro y medio y tenía una manivela arriba donde se agarraba y haciendo un poco de presión hacías un agujero en el hielo. Claro, como suele ser, mirando dices “buahh eso esta tirado de hacer”, no es que fuera difícil pero al tercer boquete hecho ya estas con los brazos destrozado de tanto girar el tornillo.
Después de hacer el boquete y ponerle el cebo (un gusano larva o algo así) te plantas de pie en medio del lago a esperar… te sientas en el suelo… te levantas… ¡no veas si esta frío el suelo!, y al rato decides ir a otro sitio. Me dijeron que si a los diez minutos no pescas es que no hay nada y tienes que ir a otro sitio, vamos hacer otro boquete.
Y ahí estaba yo rodeado de boquetes y pensando, “tanto agujero e igual esto se rompe y me hundo”. Uno es consciente de su peso y más yo que voy bien servido. Miré alrededor y la gente que también estaba pescando. A estos ya se les notaba el pique, así pues, después de lo pensado, decidí dejar la caña y el tornillo molón y hacer fotos.
El colega que me llevó empezó a gritar; había pescado el “jodio”. Me apresuré para hacerle fotos y miré al resto que miraban con una cara de envidia tremenda. Sacó un pez grande y después de cortarle el cuello y llenar todo de sangre (esto lo digo porque la sangre en la nieve parecía una matanza, rojo sobre blanco imagina y por una niña que se acercó a ver el pescado y flipó cuando vio cómo lo mataban) lo llevó a una parrilla y nos lo comimos. La verdad que no pregunte que pez era, pero el sabor era muy parecido al salmón.
Por supuesto se entiende que el que suscribe no pescó, esta vez ni un constipado, tampoco el resto de acompañantes, pero fue muy divertido. Una muesca de esas buenas para el revolver.
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